Los amuzgos son uno de los tantos pueblos originarios de México, aunque su origen exacto se desconoce, a través de su lengua y las similitudes con los mixtecos, se supone migraron del norte hasta establecerse en los límites de Guerrero y Oaxaca (Figura 3) (Aguirre, 2007).
Actualmente los amuzgos habitan diferentes comunidades de los estados de Guerrero y Oaxaca, siendo las comunidades más representativas Xochistlahuaca, Tlacoachistlahuaca y Ometepec en Guerrero y San Pedro Amuzgos y Santa María Ipalapa en Oaxaca; representan el mayor número de la población de estas zonas (SIC, 2012).
Su economía se basa en gran medida de la agricultura de maíz frijol, Jamaica entre otros, la ganadería, el comercio, la cerámica, la tabiquería, la elaboración de piloncillo y la industria textil: entre las prendas que realizan podemos encontrar huipiles, aunque también se elaboran vestidos, blusas, rebozos, camisas, servilletas, manteles, caminos de mesa, entre otras prendas (Aguirre, 2007) .
El huipil amuzgo es probablemente la prenda más representativa de la vestimenta de las mujeres, posee un valor cultural e identidad propias, podemos saber a qué comunidad pertenece quien lo porta. La forma en que los amuzgos perciben e interpretan el mundo es reflejado en cada una de las prendas que ellos elaboran, los símbolos que se emplean son representaciones geométricas de flores y animales, posee un valor cultural e identidad propias, es decir al ver el diseño y colores del huipil podemos saber a qué comunidad pertenece quien lo porta (Aguirre, 2017).
La confección de los textiles amuzgos requiere un proceso largo y elaborado el cual ha sido trasmitido a lo largo de las generaciones. Comienza con la crianza de las niñas amuzgas, desde pequeñas acompañan a la madre en las labores domésticas y alrededor de los 6 años empezaran su aprendizaje, a través de la observación, las niñas observan a su madre tejer durante varias horas en los patios traseros de sus casas, así las madres trasmiten los conocimientos tradicionales, las técnicas y los diseños (Aguirre, 2007), (Francisco et al., 2020).
Poco a poco las niñas se involucran más en la elaboración de los textiles tradicionales, la primera participación activa es ayudando a su madre con el despepitado del el algodón silvestre o “coyuchi” (SIC, 2012) , llamado así por su color café similar al coyote (Bueno et al., 2009). De esta forma las niñas se van incorporando como artesana al estar contacto y familiarizarse con las materias primas.
Posteriormente la madre o las niñas más grandes realizan lo que se conoce como “tortas” que consiste en formar a mano pequeños círculos de unos 15 a 45cm de diámetro dependiendo de la cantidad de algodón. Después se realiza el abatanado, donde se coloca sobre un petate y se golpea con dos varas para ablandarlo, y suavizarlo, enseguida se enrolla y se forman las víboras o “cantuu”, se coloca sobre un petate y se golpea con dos varas para ablandarlo.
Para hilar las fibras de algodón se usa una pieza hecha de cerámica, piedra, hueso o metal, que sirve como contrapeso en un huso de hilar y en torno al cual se enrolla el hilo, después se colocan en madejas, los cuales son teñidos con tintes naturales, una vez listos se ponen a secar y se forman las madejas u ovillos las cuales se usarán para el urdido, que consiste en acomodar el hilo de la forma exacta en la que irán en el telar de cintura (Aguirre, 2007), (Francisco et al., 2020).
La confección de los textiles amuzgos requiere un proceso largo y elaborado el cual ha sido trasmitido a lo largo de las generaciones. Comienza con la crianza de las niñas amuzgas, desde pequeñas acompañan a la madre en las labores domésticas y alrededor de los 6 años empezaran su aprendizaje, a través de la observación, las niñas observan a su madre tejer durante varias horas en los patios traseros de sus casas, así las madres trasmiten los conocimientos tradicionales, las técnicas y los diseños (Aguirre, 2007), (Francisco et al., 2020).
Poco a poco las niñas se involucran más en la elaboración de los textiles tradicionales, la primera participación activa es ayudando a su madre con el despepitado del el algodón silvestre o “coyuchi” (SIC, 2012) , llamado así por su color café similar al coyote (Bueno et al., 2009). De esta forma las niñas se van incorporando como artesana al estar contacto y familiarizarse con las materias primas.
Posteriormente la madre o las niñas más grandes realizan lo que se conoce como “tortas” que consiste en formar a mano pequeños círculos de unos 15 a 45cm de diámetro dependiendo de la cantidad de algodón. Después se realiza el abatanado, donde se coloca sobre un petate y se golpea con dos varas para ablandarlo, y suavizarlo, enseguida se enrolla y se forman las víboras o “cantuu”, se coloca sobre un petate y se golpea con dos varas para ablandarlo.
Para hilar las fibras de algodón se usa una pieza hecha de cerámica, piedra, hueso o metal, que sirve como contrapeso en un huso de hilar y en torno al cual se enrolla el hilo, después se colocan en madejas, los cuales son teñidos con tintes naturales, una vez listos se ponen a secar y se forman las madejas u ovillos las cuales se usarán para el urdido, que consiste en acomodar el hilo de la forma exacta en la que irán en el telar de cintura (Aguirre, 2007), (Francisco et al., 2020).
Durante este periodo la madre elige los diseños que la niña ira colocando en las prendas, los cuales son sencillos, más adelante, ya que memorizaron y dominaron la técnica es cuando comienzan a elaborar los huipiles o prendas más grandes como manteles. Esto requiere de saber cortar y unir paños o terminar un producto anudando los hilos que sobran de la prenda. Esto ocurre alrededor de los 12 años. Es en esta etapa en la que las niñas se convierten en tejedoras, es decir ya dominan el telar de cintura, las técnicas y los diseños, comienzan entonces a crear los propios ya sin supervisión de la madre.
Entre los diseños más sencillos podemos encontrar la cucaracha de agua, las flores, mariposas, estrellas, un poco más elaborados el águila bicéfala, las grecas (que representan las montañas), la flor de cacaloxóchitl, la costilla de caballo y aquellas más elaboradas como la tarántula y las arañas, las cuales son cada vez menos frecuentes (Figura 6) (Aguirre, 2017).
Flor
Estrella
Cucaracha de agua
Botón con pétalos
Dibujo de curvas
Águila bicéfala
Flor
Mariposa